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Caídos en acto de servicio
248 guardias civiles, 212 policías y 110 militares han sido asesinados por ETA y los Grapo. Sin embargo, son contadísimos los casos en los que estas personas han recibido honores por parte de sus conciudadanos. Los homenajes en plazas y calles brillan por su ausencia. Algo muy distinto a lo que se vive en los Estados Unidos, en donde los caídos en acto de servicio son tratados como héroes
Leo hoy que la Dirección General de Policía ha elaborado un reglamento en el que prevé más de una veintena de medallas y reconocimientos, frente a los cuatro que existen en la actualidad. Además, la policía –como la he llamado yo siempre– pasará a ser de nuevo Policía Nacional en lugar de Cuerpo Nacional de Policía, denominación que data de 1986. Y en esa propuesta se contempla también la vuelta de la categoría profesional de subcomisarios –sí, como Amedo– y un adelanto en la edad de la jubilación... Y todo esto lo leo a pocos días de haber vuelto de Estados Unidos, concretamente de la ciudad de Boston, el corazón de la revolución americana y uno de los rincones más bellos del país.
Siempre que voy a Estados Unidos vuelvo algo noqueado por la perplejidad que me produce el país por distintas razones. Boston estaba estos días cargada de sentimientos y de emoción: había pasado un año del maratón en el que dos terroristas mataron a cuatro personas, tres espectadores que estaban viendo la carrera, y Sean Collier, un agente de policía que fue asesinado por los hermanos Tsarnaev en su huida. Así que para todos los ciudadanos de Boston, los terroristas mataron a cuatro personas. Me vino a la memoria el subinspector del GEO de la Policía Francisco Javier Torronteras, al que pocos incluyen entre las víctimas de los terroristas del 11-M, pese a que murió cuando los yihadistas se inmolaron en Leganés, dos semanas después de la matanza de los trenes.
Un paseo por las calles de Boston, igual que por las de Nueva York o las de Chicago, basta para observar como en Estados Unidos los caídos en acto de servicio son personas merecedoras de distinciones y de honores, casi siempre sufragados por sus vecinos: placas en las calles en las que murieron, parques con sus nombres o inscripciones con sus fotos en los parques de bomberos a los que pertenecían... En España conozco una plaza llamada Antonio Molina, en honor a un joven agente asesinado por ETA en un control de carretera de Villalba. La plaza está tras los muros, es decir, en el interior de la Comandancia de la Guardia Civil de Madrid, en Tres Cantos. Alpedrete, un pequeño pueblo de la sierra de Madrid, y Melilla, su ciudad natal, también han dejado un hueco en sus callejeros a este agente que, con su muerte, evitó una atentado de ETA en Madrid.
Pero es un caso completamente aislado. Solo ETA ha matado en su historia a 230 guardias civiles, 183 policías y 103 militares; el Grapo ha asesinado a 29 policías, 18 guardias y siete militares. Son contadísimos los casos en los que esas personas, casi siempre caídas en acto de servicio, cumpliendo su deber, han recibido honores por parte de sus conciudadanos. Un monumento erigido en la plaza de la República Dominicana de Madrid recuerda la masacre de ETA en la que murieron 12 guardias civiles muy jóvenes. Y muy poco más en la ciudad más castigada por el terrorismo de ETA y cuyo nombre adoptaron los comandos más sanguinarios de la banda. En Euskadi, un lugar en el que durante mucho tiempo se han colgado fotografías de asesinos de ETA reivindicando su condición de héroes, suena quimérico imaginar algún honor o distinción a los cientos de agentes que se dejaron allí sus vidas.
La infamia no solo se produce en Euskadi. En Vic, corazón de la Cataluña más próspera y exitosa, ETA asesinó en 1991 a diez personas –cinco de ellas, niños– en un atentado contra la casa cuartel. Las autoridades municipales tardaron 18 años en colocar una placa recordando la matanza; poco después de la masacre, el entonces alcalde –de CiU– encabezó una manifestación contra la construcción de una nueva casa cuartel, porque se iba a levantar junto a una escuela... Lo que nunca hubo en Vic fue una manifestación contra el terrible atentado. El actual alcalde, Josep Maria Vila d'Abadal, ha rechazado asistir a diversos actos en memoria de las víctimas y al último, celebrado en 2013, el Ministerio del Interior decidió no invitarle.
No creo que nuestra Policía o nuestra Guardia Civil sea peor que la de Boston. Creo que nosotros y nuestros gobernantes somos peores que los de Boston. De lo contrario, la placa que hay en un pasillo de La Pringue, la Brigada de Policía Judicial de Madrid, recordando con sus nombres y apellidos a los agentes de esta unidad caídos en acto de servicio, estaría en alguna de las calles de nuestras ciudades, donde hay placas dedicadas a folclóricas, toreros, pintores, escritores y hasta a los ilustres heavys australianos AC/DC.
Fuente: http://www.zoomnews.es/268332/pringue/caidos-acto-servicio