El 26 de febrero murió en Bayona (Francia) Gregorio Cenitagoya González, luchador antifranquista, guerrillero tras el final de la Guerra Civil en Galicia.
Bayona era el lugar donde se exilió en 1946 tras luchar con el maquis. Dos veces volvió a España: en 1960, donde fue detenido en Irún y devuelto a Francia. La segunda fue más de cuarenta años después, en 2013, cuando visitó el pueblo de su infancia, San Esteban de Pravia, donde el documentalista Alberto Vázquez grabó su vida y su lucha para un documental sobre la guerrilla antifranquista. Allí leyó también varios de sus poemas que había escrito sobre su vida y su lucha. En 2018 ha muerto sin ningún tipo de reconocimiento por parte del gobierno del Estado Español.
Gregorio nació el 3 de abril de 1921 en Muros de Nalón (Asturias) aunque a los tres años su familia se trasladó a San Esteban de Pravia. Fue el tercero de una familia de once hermanos. Su padre, José Cenitagoya era vasco, obrero del ferrocarril vasco-asturiano y su madre, Mercedes González, gallega.
Desde su nacimiento Gregorio conoció lo que era la lucha social. Sus padres se conocieron en la cárcel de Guernica, ya que su padre fue prófugo militar, al negarse a hacer el servicio militar en 1914. Huyó a Francia y allí lo enrolaron en la Legión extranjera para Marruecos. No quería participar en la Gran Guerra, así que se fugó y se volvió a España, donde lo detuvieron.
Su madre era sobrina del carcelero. Y en las visitas que ella hacía a la cárcel se conocieron y enamoraron.
En 1923, José se afilió al Partido Comunista (PCE). Durante los años de la República, participaron en la Revolución de Octubre del 34, por lo que intentaron detenerlo de nuevo y volvió a huir a Francia. A uno de los hermanos mayores de Gregorio lo metieron preso por participar en el movimiento revolucionario y sufrió torturas.
Durante las elecciones de febrero de 1936, Gregorio participó en la campaña de apoyo al Frente Popular ya que, entre otras cosas, pedían la amnistía para los presos políticos del 34. Tras la victoria de la coalición de izquierdas, Gregorio y su familia no esperaron al decreto de amnistía para sacar a los presos de las cárceles.
Tras el Golpe de Estado de los militares y el inicio de la Guerra Civil, Gregorio quiso enrolarse como voluntario para luchar por la República. Tenía 17 años, así que en un principio no le dejaron. Pero finalmente fue enrolado en el Batallón de Infantería nº 251 Pablo Iglesias en el frente asturiano, como ayudante de cocina y de correo. En el frente del sector del Escamplero presenció los durísimos combates del pasillo de Grado. Su madre participó en el comité antifascista de Avilés.
En una de las visitas que hizo a su madre, hubo un bombardeo en la villa avilesina. Él ayudó a los heridos a meterse en los refugios. Sufrió graves heridas por los bombardeos: perdió un pulmón y tuvo daños en el ojo izquierdo. Sin embargo, cuando se recuperó, volvió al frente.
Tras el final de la Guerra en Asturias en octubre de 1937, él y su madre volvieron a San Esteban. Sin embargo, al ser reconocidos por unos falangistas, fueron detenidos. Su madre presenció fusilamientos en el Pinar de Salinas. Y después fue recluida en el campo de concentración de Candás. Él fue obligado a trabajar en el ensanchamiento de la carretera de Luanco al Cabo Peñas, donde constantemente sufría palizas por parte de falangistas y guardias civiles. De hecho, una vez que escupía sangre por culpa de su falta del pulmón, los policías le pegaron por no estar trabajando.
En 1938, Gregorio pudo huir de aquella situación. Se marchó a Sarria, en Galicia, donde estaban sus abuelos maternos. Allí también estaba su padre, que había conseguido huir de la represión. Su madre no tuvo esa suerte: fue condenada a veinte años de cárcel por sus actividades políticas republicanas, y estuvo en las cárceles de Oviedo y de Bilbao.
Entonces, Gregorio y su padre inician un periplo por todo el país para ganarse la vida. Trabajaron en Madrid, en Valencia. En esta segunda ciudad es detenido por robar unos huevos de gallina. Y lo meten cuatro meses en la cárcel.
Tras salir de la prisión, volvió a Sarria. Allí, a mediados de los cuarenta, montó una célula del PCE con gente de los pueblos cercanos. Y comenzó a tener contactos con la guerrilla.
En 1943, el famoso guerrillero Jose Veiga “O Piloto” (porque había sido piloto durante la Guerra Civil) que sería conocido después por ser el último guerrillero asesinado por la Guardia Civil en 1965, forma un grupo guerrillero.
En aquellos años funcionaba la federación de guerrillas de León-Galicia en aquella zona, que actuaba en en el Oeste de León (El Bierzo, Laciana, Cabrera, Maragatería), Norte de Zamora (Sanabria), Este de Ourense (Viana do Bolo, Pobra de Trives, O Barco de Valdeorras) y Sureste de Lugo (Fonsagrada, Becerreá y Quiroga). En Asturias también había un importante movimiento guerrillero, al igual que en la zona del Mediterráneo oriental.
Se calcula que en aquellos años había entre 7.000 y 9.000 guerrilleros actuando por todo el país, y colaboran con ellos unos 20.000 enlaces de los maquis. El PCE intentó organizarlos mediante la Unión Nacional Española (UNE) aprovechando las derrotas que iba teniendo la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial, para conseguir que los aliados invadieran la España franquista. El intento más serio fue la invasión del Valle de Arán en octubre de 1944 por parte de los guerrilleros españoles, que no contó con el apoyo de las potencias democráticas.
Gregorio se enroló en la agrupación de O Piloto, la IIIª Agrupación del Ejército Guerrillero de Galicia. Lo llamaban “O Asturiano”. Sus armas eran las que habían conseguido incautar tras la guerra, bombas de manos, los famosos “naranjeros” que eran unos subfusiles. Su lucha era más a la defensiva, ya que debían defenderse de la represión, tanto de guardias civiles como de falangistas y de la Brigadilla, un cuerpo de información de la Guardia Civil dedicado exclusivamente a la represión contra los maquis. En aquellos años, entre 1937 y 1952, fueron asesinados 2.000 guerrilleros y 3.200 fueron detenidos.
Él consiguió huir hasta Francia en 1946, decepcionado por la política de no intervención (otra vez) de las potencias aliadas contra la España de Franco. En 1948, el PCE, el principal partido sostenedor de las guerrillas (aunque en ellas también había socialistas y anarquistas), abandonó la lucha armada, para dedicarse a la lucha de masas entre obreros y estudiantes. A partir de ese momento, la débil organización de los maquis fue sistemáticamente reprimida por las fuerzas de orden público franquista, que trataba a los guerrilleros como “bandoleros”.
En estos últimos años hemos visto cómo historiadores e investigadores como Ramón García Piñeiro o Gerardo Iglesias han sacado a relucir la lucha de la guerrilla. Sin embargo, desde las instituciones públicas no se les ha realizado ningún homenaje por su lucha contra la dictadura.
En 2013, el gobierno del Principado de Asturias, del PSOE, se negó a nombrar “hijos predilectos” a los guerrilleros asturianos. Y la muerte de Gregorio Cenitagoya no ha salido en prácticamente ningún medio de comunicación, ni estatal ni provincial ni local. No podemos permitir que estos resistentes antifranquistas caigan en el olvido. Los historiadores debemos dar la batalla pública para que se reconozca su lucha por parte de los organismos públicos y de la sociedad en general. Gloria y honor a Gregorio Cenitagoya González y a todos los que lucharon en los montes. Que su ejemplo no quede en balde. No permitamos que muera dos veces, en cuerpo y en memoria.
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